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¿Primero los pobres?

Fer Doval.

En el Proyecto de Presupuesto de Egresos 2023 que el gobierno presentó ante la Cámara de Diputados se plantea destinar más de 600 mil millones de pesos a 16 programas sociales.

Según datos de la propia Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), el gasto destinado a la política social se ha incrementado en cerca de 30 por ciento en lo que va del sexenio de Andrés Manuel López Obrador.

A pesar de lo anterior, ahora hay más personas en situación de pobreza en México que las que había en 2018. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en México había 52 millones de pobres en 2018, y se calcula que ahora son 58.1 millones, o sea, seis millones más.

Estos datos coinciden en términos generales con los de otros organismos, como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) o la iniciativa Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.

Surge entonces una pregunta obvia: ¿Cómo es posible que en México haya más pobres a pesar de que ha aumentado considerablemente el gasto destinado a programas sociales? Desde luego que pueden existir una variedad de factores (la pandemia entre ellos), pero hay algo que cada vez parece más evidente: los programas sociales del gobierno de López Obrador no están sirviendo para reducir la pobreza.

Lo primero que hay que decir es que la mejor política social es una buena política económica. Cuando hay desarrollo económico hay también un aumento en el ingreso de las personas y esto permite superar condiciones de pobreza.

En México, sin embargo, el tamaño de nuestra economía es más pequeño que el de hace cinco años. A lo anterior hay que añadir la inflación, que es la más alta en los últimos 21 años y que afecta más a los más pobres.

Hay quienes piensan que para superar la pobreza deben hacerse transferencias directas de recursos para los sectores menos aventajados. Dicho de otra manera: regalarles dinero.

Es indudable que las transferencias se tienen que hacer, pero siempre a través de programas bien diseñados que eviten consecuencias no buscadas, como la creación de clientelas electorales al servicio del partido en el gobierno.

Una buena política social debe aumentar las capacidades de las personas, de tal manera que quienes hoy son receptores de un programa social, por estar en una situación de desventaja, puedan salir de ella, subsistir por sí mismos y de esa manera no depender del gobierno en turno.

El éxito de una política social no reside en el número de beneficiarios, sino en la cantidad de personas que dejan de necesitarla porque superaron un estado de desventaja.

Pero en México estamos lejos de entender eso. O quizá hay una voluntad deliberada del gobierno por no quererlo entender, a fin de poder continuar con una ecuación perversa: más pobres equivale a más “apoyos” gubernamentales y eso equivale a más votos a Morena.

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