¿Puede ganar la oposición la elección presidencial de 2024? Estoy convencido de que sí.
A fin de no parecer voluntarista, explicaré brevemente mis razones.
Empecemos por los números. Según la mayoría de las encuestas, Andrés Manuel López Obrador tiene una aprobación ciudadana en torno a 55-60 por ciento.
Es una aprobación aceptable, pero nada del otro mundo. Es más o menos la misma aprobación que a estas alturas de sus respectivos sexenios tenían Vicente Fox y Felipe Calderón. Dicho de otra forma: alrededor de 40-45 por ciento de los mexicanos lo desaprueban. Esto nos habla de dos bloques no tan alejados numéricamente entre sí. Y a eso hay que agregar que AMLO no estará en la boleta en 2024.
Varios de los que hoy lo aprueban quizá no piensen votar por Morena.
Ya lo vimos en la elección federal de 2021: los partidos opositores (considerando también a MC) tuvieron casi dos millones más de votos que la coalición de Morena.
Por otro lado, conforme se acerca el final del sexenio disminuyen los incentivos a permanecer leales al gobernante en turno. Le pasó a Calderón, le pasó a Peña, le está pasando ya a López Obrador. El caso de Ricardo Mejía puede volverse icónico: incondicional obradorista, su no postulación como candidato a gobernador de Coahuila fue razón suficiente para abandonar el barco.
Es de suponer que más morenistas cambiarán de opinión y se sumarán a la oposición si ésta les garantiza futuro político.
La obsesión de AMLO con una Reforma Electoral que debilite a la autoridad electoral es otra razón para considerar que la oposición sí tiene posibilidades de vencer en 2024.
Quizá sin darse cuenta, el mensaje que manda el Presidente es que no tiene confianza en el triunfo de su partido con las reglas actuales.
Precisamente esa intentona de Reforma Electoral sacó a las calles a millones de personas en aquel histórico 13 de noviembre del año pasado.
Es posible que nunca antes se hayan movilizado tantas personas al mismo tiempo en todo el país. Si esos millones de ciudadanos se activan, organizan y acuden a votar, la actual coalición gobernante estará en un aprieto.
A lo anterior hay que sumar las posibles divisiones que puedan suscitarse entre las llamadas corcholatas del oficialismo.
La denuncia penal que la gente de Marcelo Ebrard presentó contra Claudia Sheinbaum, así como las idas y venidas de Ricardo Monreal, son augurios de que ese proceso interno será todo menos terso.
Por supuesto que la oposición tiene por delante enormes retos no resueltos. Los principales son construir un proyecto atractivo y procesar bien la elección de su candidatura presidencial.
Tampoco está en un escenario sencillo. Pero hay elementos en la realidad que nos muestran que en la elección del próximo año cualquier cosa puede pasar.